HIDALGO.- Una cruz de metal cubre su imagen, más no su nombre, forjado con pétalos rojos como la sangre de los muertos de la guerra contra el narcotráfico. Heriberto Lazcano Lazcano está escrito con estas corolas rojo-sangre, sobre un fondo amarillo, también a base de vestigios de flores.
Es la fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de San Juan de Los Lagos, y El Lazca, quien fue líder del cártel de Los Zetas, preside, aunque ausente, los festejos por el Día de la Candelaria.
A cuatro años y cuatro meses de su supuesto abatimiento en Progreso, Coahuila, a manos de elementos de la Secretaría de Marina (Semar), el legado de El Verdugo, oriundo de esta colonia aledaña a la décimo octava zona militar, donde se formó hasta ser cooptado por el narcotráfico, el legado de un capo que tres veces fue declarado muerto, pero cuyo cuerpo nunca ha sido localizado, subsiste detrás de esta cruz, y por estas calles.
Aunque la Procuraduría General de la República (PGR) inició en 2010 la averiguación previa AP/PGR/PACH/I-V/752/2010 por la posible construcción de ese centro religioso con recursos de procedencia ilícita, siete años después –con los indicios que integran dicha indagatoria– ’no se desprenden elementos suficientes que permitan resolverla en definitiva’; es decir, atribuir el donativo a El Z-3, confirmó la fiscalía.
Esto, incluso, a pesar de que el 2 de febrero de 2009, en la inauguración del centro de catequesis que lleva el nombre de Juan Pablo II, se exhibió una placa metálica que agradecía la dádiva a Lazcano, junto con un versículo bíblico, el Salmo 143.
Aquí, sin embargo, con el nombre y la foto del ex militar en la fachada, la misa se oficia; se reza, también, por la purificación del alma y del cuerpo. Heriberto Lazcano, se sabe aquí, erigió no sólo un centro religioso, sino una mansión entre estas veredas mientras era buscado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
Rufino, un testigo protegido del gobierno mexicano, no sólo refirió el asentamiento de El Lazca en el Tezontle, cuando regresó de Tamaulipas, donde había sido asignado en el sexenio de Ernesto Zedillo como agente de la Policía Judicial Federal (PJF) para el combate al narcotráfico, por el cual sería reclutado, sino que, dijo, ahí llegó a compartir piso con Osiel Cárdenas Guillén, en la gesta de su cuerpo armado y la estructura del sicariato, a principios de 2000.
En la capital de Hidalgo, aseguró, ’se reclutaron a la mayoría de los integrantes de Los Zetas y su fundador fue Arturo Guzmán Decena, alias El Z1, ya que así lo avaló y autorizó Osiel Cárdenas Guillén’.
La declaración de este delator a sueldo, cuyo nombre es Francisco Alberto Vázquez Guzmán y fue asistente personal de El mata amigos hasta temer que éste lo asesinara, y huyo, y se incorporó al programa de la PGR, data del 21 de junio de 2009, y es parte de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/150/2009, en poder de La Silla Rota.
Rufino narró que el 15 de noviembre de 1998 ingresó al Cártel del Golfo, y salió el 12 de enero de 2002. Por eso, insistió, ’sabía de la situación de la organización delictiva en Hidalgo’, pues en 2001 Cárdenas Guillén ’le ordenó a Heriberto Lazcano que tomara la plaza de Pachuca, en donde tuvieron en principio dos casas de seguridad, una que habitaba Osiel y la otra su escolta personal conformada por un grupo que se hacía llamar Los Zetas’.
En El Tezontle, en los puestos que se instalan en la periferia de la cancha llanera, personas debaten sobre las presentaciones musicales que, coinciden, han decaído en los últimos años, aunque exaltan que siempre llega la Banda Jerez, con quien, aseguran, ’el señor’ dejó ’amarrado’ un contrato por diez años, del que, estiman, van seis.
A El Lazca, el vocalista de esa agrupación, Marco Flores, le cantaba que era ’un militar preparado, siempre al frente del cártel, le llaman el licenciado y su nombre no lo sé’. Decía Este intérprete, que fue candidato del Partido Encuentro Social (PES) a la gubernatura de Zacatecas en los comicios pasados, exaltaba que la más fina realeza era del séquito del señor, ’y su gente lo respeta y defiende con honor’.
Mientras se instala el ruedo para peleas de gallos, uno de los colonos suelta: ’Deberían traer a la escolta suicida’, y provoca una ligera risa entre los comensales de un puesto desde el que se observa una mansión de tres niveles.
Escolta suicida es una pieza musical de Beto Quintanilla, El mero león del corrido, considerado el biógrafo musical de Osiel Cárdenas Guillén. En éste hace referencia a una guardia perentoria que protege ’al patrón’, entonces el jefe del Cártel del Golfo.
El narcocorrido reza: ’Soy del grupo de los Zetas que cuidamos al patrón, somos 20 de la escolta, pura lealtad y valor, dispuestos a dar la vida, para servir al señor’.
El mismo que propuso interpretar a ’la escolta’ reclama que la misa ’ya duró mucho’, pues el sermón, dos horas después, no termina, aunque a la mitad del mismo dos patrullas, una camioneta, de seguridad estatal, y un compacto blindado del municipio, llegaron para tomar fotografías de la fachada, desde los autos en movimiento.
—No es como en Tamaulipas, que rezan poco —, le responde otro.
—Pues allá sólo les hacen misa a los muertos, y hay muchos’—, sentencia.
Al fondo, detrás de la armatoste metálica que dará forma al escenario, se divisa la residencia de tres niveles, atribuida a Lazcano, no sólo por los habitantes de El Tezontle, también por el área de inteligencia nacional.
El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) identificó, en el sexenio de Felipe Calderón, cuatro domicilios en Pachuca donde pernoctaba El Lazca.
Uno de ellos es el de El Tezontle, en la avenida Álamo y calle de Sabino 107.
Los indicios para localizar al capo, no obstante, también estaban diseminados en zonas residenciales donde la élite política local tiene sus propiedades, como el fraccionamiento arboledas de San Javier, específicamente en la Privada Valle de Seco, casa 4.
El Cisen igualmente suponía que Lazcano, quien ingresó a la milicia a los 17 años, en 1991, se refugiaba en el fraccionamiento Paseo de Camelias, en el número 122 de Camelias, así como en Valle Imperial 150, en fraccionamiento San Javier.
Aún con estos informes, elaborados por el órgano nacional en 2007, que la periodista Anabel Hernández hizo públicos en Los señores del narco, el gobierno de Calderón no logró aprehenderlo, pese a que era el segundo objetivo de la guerra contra el narcotráfico, e Hidalgo, su estado natal, se convirtió en territorio clave para las operaciones del cártel.
Con un dejo de melancolía, una mujer pregunta ¿cuánto hace qué murió el señor? No se le llama por su nombre, aunque esté escrito, con retazos de corola de flores, en la iglesia que se le atribuye, el legado de un cadáver prófugo de la justicia.
Como cuatro años, responde otro, y los invade el silencio.
Cuando la Marina oficializó ’la muerte’ de Lazcano, y después del robo de la carroza fúnebre en la que estaba lo que, supuestamente, quedaba de él, ellos escucharon el ruido de las hélices de un helicóptero: los Black Hawk de la Semar sobrevolaron, como aves de rapiña, pero no hubo rastro de los restos mortuorios de quien alcanzó el grado militar de cabo de infantería.
A cuatro años y cuatro meses del presunto abatimiento, en el mausoleo de la familia Lazcano, dentro del panteón ejidal San Francisco, reposa, detrás del vitral, una tumba vacía, sin cuerpo vestido de esqueleto.
Con información de la Silla Rota.